jueves, 19 de febrero de 2009
MILENIO 19/02/09
ESTUDIO FUTURISTA
El año de 1929, parece ser por coincidencia un momento en que se inauguraron famosas casas y estudios de artistas. Hace dos semanas comentaba en este mismo espacio acerca de las viviendas y talleres de Georgette Klein, Frida Kahlo y Diego Rivera, curiosamente terminadas en ese año (ver Milenio, la crítica espacios 05/02/09). Ahora toca el turno al arquitecto ruso Konstantin Melnikov, este arquitecto y pintor, quien realizó importantes edificios públicos bajo el régimen soviético estalinista, por un tiempo militó en un grupo de arquitectos muy politizados llamados “constructivistas”, entre los que destacan Vladimir Tatlin y Alexander Vesnin. Más tarde se distanció de este último, y permaneció unido ideológicamente con Tatlin, representante principal del futurismo en Rusia. Es sorprendente el modo en que Melnikov pudo obtener el permiso de utilizar un lote urbano de cerca de 700 metros cuadrados para edificar su casa-estudio, en un país que había abolido la propiedad privada hacía ya tres lustros. Quizá su discreción política le ayudó para que en 1927 le fuera adjudicado el terreno para edificar su vivienda y taller que, por supuesto, pasó a ser propiedad del estado tras su muerte en el año de 1974.
La casa ha sido transformada en museo y es, sin duda alguna, una obra muy avanzada para su tiempo. La planta consiste en dos hemiciclos traslapados que contienen las habitaciones y dependencias domésticas en la dos plantas superiores y el estudio en el nivel de rasante. Destaca en la composición la fachada posterior, que presenta ventanas hexagonales, que responden al sistema estructural utilizado. Todas la ventanas son iguales, independientemente de las necesidades del espacio interior. La razón sea probablemente la componente conceptual del proyecto que está dirigida más a la imagen de la construcción que a la percepción del espacio interior. Este proyecto, vanguardista en su época, ha sido una gran influencia para arquitectos actuales como Rem Koolhaas, Herzog y De Meuron, sin embargo en su caso nos enfrentamos a un futurismo anticuado.
Lorenzo Rocha
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