viernes, 29 de mayo de 2009

jueves, 28 de mayo de 2009

MILENIO 28/05/09


JARDÍN RADIAL

Lugar Cero, un nuevo espacio cultural al aire libre auspiciado por la Fundación del Centro Histórico, ha sido inaugurado con la instalación de Jerónimo Hagerman titulada: “Aquí y ahora, jardín radial”. El lugar se encuentra junto al atrio de la iglesia de San Francisco, al pie de la Torre Latinoamericana. La intervención es realmente acertada, ya que la creación de un espacio verde –aunque sea temporal– es algo que agradecen infinitamente los visitantes y habitantes del centro historico. Por otra parte, la obra de Hagerman es una profunda expresión de la naturaleza, que está llena de fenómenos radiales, como las ondas que provoca una gota de lluvia al caer sobre el agua. También nos recuerda el modo de crecimiento del universo, que es infinito desde lo microscópico hasta lo macroscópico. En cuanto a la reflexión de los patrones de organización radial de la naturaleza, desde los microbios hasta las galaxias, el trabajo de Hagerman tiene muchos puntos en común con el documental “The Powers of Ten” (en español: “Los poderes del diez”), filmado en 1968 por Charles y Ray Eames. La película comienza con un acercamiento extremo de la piel de una mano humana que se va alejado cada diez segundos hasta llegar a una vista espectacular de todo el universo. El jardín radial de Hagerman, visto desde lo alto de la torre, bien podría ser una colonia de líquenes vistos a través del microscopio, en lugar de un espacio verde a escala urbana. Respecto al “Aquí y ahora” dentro de la obra de Hagerman, es adecuado recordar lo que escribió Martin Heidegger: “Quien construye, hace salir de lo oculto aquello que hay que traer-aqui-delante mediante: material, forma, finalidad y efecto”. La instalación confronta a las plantas con elementos artificiales como tambos metálicos y pneumáticos reciclados (curiosamente: “llantas radiales”), que los contextualizan en el entorno urbano. No cabe duda que este jardín trae ante nuestra presencia el vasto universo poético que evocan las cosas naturales.
Lorenzo Rocha

jueves, 21 de mayo de 2009

MILENIO 21/05/09


HUERTO URBANO

En el contexto de la exposición “Azotea Jardín” realizada en el espacio de una azotea del centro historico, durante los meses de julio y agosto de 2004, Arturo Pérez construyó una instalación en la cual se dedicó a cultivar hortalizas. En sus propias palabras: “Saber cultivar una hortaliza para la propia sobrevivencia es una idea que me intresa desde hace mucho tiempo. Durante un desastre o una hambruna, yo puedo sobrevivir si sé cómo descontaminar agua o cultivar mi propia verdura. Por higiene es también por lo que he comenzado este huerto, hoy en día casi toda el agua de riego está contaminada. A través de la improvisación comencé a realizar un jardín movible, una especie de ‘huerto en el asfalto’. A mi me gusta la ‘soledad activa’, trabajar solo pero sin cesar la actividad. Esta azotea me provoca una gran inspiración” (entrevista publicada en la revista [ESPACIO] volumen I, mayo de 2005). Desde entonces han pasado cinco años y se ha hablado mucho de la necesidad de azoteas verdes para mejorar las condiciones ecológicas de la ciudad de México. Sin embargo, un jardín privado genera solamente costos, desde su instalación hasta su mantenimiento, el concepto de beneficio ecológico aun no ha permeado lo suficiente en la conciencia de los ciudadanos para que inviertan sus recursos para conseguirlo. En cambio, los huertos urbanos (en azoteas o patios), aunque requieren una inversión inicial, después generan un gran ahorro en la compra de verduras para el consumo de los habitantes de cualquier edificio habitacional, además de que el riego de éstos puede solucionarse con la recolección de aguas pluviales. El beneficio ecológico se mantiene, mejora la calidad del aire y la humedad, disminuye el reflejo de la radiación solar que mitiga el calentamiento global. Adicionalmente, una iniciativa como esta también contribuye a aliviar la crisis económica, por lo menos a nivel familiar. Por ello no dudo en decir que de proyectos similares se trata el concepto de la auténtica sostenibilidad.
Lorenzo Rocha

jueves, 14 de mayo de 2009

MILENIO 14/05/09


CRISIS DEL ESPACIO PÚBLICO

La situación de emergencia sanitaria por la que acabamos de pasar, si bien ha sido muy dura para la población –sobre todo aquella que ha sufrido las consecuencias directas de la enfermedad– puede tener una parte positiva si somos capaces de aprender algunas de las lecciones que nos ha dejado. La más importante de éstas podría ser la necesidad de relativizar lo que consideramos normal, respecto a una situación de emergencia. Durante los 17 días que duró la alerta máxima, vivimos una especie de “suspensión de los derechos de proxemia”, que incluyó la clausura temporal de toda actividad que propiciara el contacto humano. Gradualmente la situación vuelve a la normalidad, el lunes se reabrieron las escuelas primarias, último paso del reestablecimiento de todas las actividades urbanas habituales. Sin embargo, en lo que respecta al estado general del espacio público de nuestra ciudad, parece que la calidad de vida durante la situación de emergencia en general era mucho mejor que en condiciones normales. Durante poco más de dos semanas, el aire que se respiraba en el Valle de México estuvo notablemente más limpio, condición determinante para evitar las enfermedades respiratorias, además de muchos otros inconvenientes que presenta la vida cotidiana en la Ciudad de México. Por mencionar sólo algunos, principalmente los relacionados a la neurastenia que deriva del tráfico, o del cierre de calles por manifestaciones.
¿Qué debemos hacer cuando nos damos cuenta de que nuestra situación normal presenta aspectos de bienestar inferiores a los de una situación de crisis?
Quizá sea el momento de poner sobre la mesa de discusión, un plan radical para mejorar la zona metropolitana del Valle de México. Parece aclararse con el paso de los años, y los repetidos desastres naturales y humanos, que una concentración de población de estas dimensiones, tiene un potencial constante de generar circunstancias de crisis como la que vivimos en estos momentos. Es vital que el gobierno busque, junto con la sociedad, un mejor equilibrio en la distribución de la población dentro del vasto territorio nacional.
Lorenzo Rocha

jueves, 7 de mayo de 2009

MILENIO 07/05/09


ANTI-MONUMENTO

Mientras mis colegas, arquitectos y críticos, discuten acerca de la forma que debería tener el monumento al Bicentenario de la Independencia de México (arco o torre), pienso que conviene dar un paso atrás y discutir el fondo que motiva dicha iniciativa, que de llegar a construirse, tendría un impacto importante sobre el espacio urbano.
Cuando nuestro país cumplió cien años de vida independiente y se encontraba inmerso en una dictadura terrible, Porfirio Díaz ordenó la construcción de la Columna de la Independencia, que conocemos como “El Ángel” (1910). En aquella época la lógica del poder político imponía la construcción de monumentos que pudieran demostrar el poder del tirano, capaz de desafiar a la fuerza de gravedad mediante la construcción de la estructura más alta de la ciudad. Si esa es la lógica que motiva la construcción de la actual torre, estamos obligados a revisar la pertinencia de sus fundamentos, desde la propia convocatoria al concurso de arquitectura para el arco. En otro período de nuestra historia que también duele conmemorar, se aprovechó una estructura abandonada del porfiriato para convertirla en el Monumento a la Revolución (1938), que el PRI y su gobierno “democrático-dictatorial” impuso como símbolo del movimiento armado que derrocó a su antecesor para instalar un régimen que se mantuvo en el poder por todos los medios posibles, a lo largo de 70 años. Desde que comenzó el siglo XXI, entramos en una alternancia democrática que ha abierto las esperanzas de un país realmente independiente (tanto del exterior como de las oligarquías nacionales), por eso es pertinente conmemorar la fecha de 1810. Sin embargo, no es coherente hacerlo con un símbolo que está tan ligado a los gobiernos de los que creemos haber evolucionado. En este contexto, es irrelevante discutir la belleza o viabilidad del proyecto ganador, que el equipo del arquitecto César Pérez Becerril defiende como un esfuerzo dirigido al bien común. Hay que cuestionar el esfuerzo de conmemorar un hecho historico mediante un mecanismo a todas luces caduco.
Lorenzo Rocha

miércoles, 6 de mayo de 2009