jueves, 7 de mayo de 2009
MILENIO 07/05/09
ANTI-MONUMENTO
Mientras mis colegas, arquitectos y críticos, discuten acerca de la forma que debería tener el monumento al Bicentenario de la Independencia de México (arco o torre), pienso que conviene dar un paso atrás y discutir el fondo que motiva dicha iniciativa, que de llegar a construirse, tendría un impacto importante sobre el espacio urbano.
Cuando nuestro país cumplió cien años de vida independiente y se encontraba inmerso en una dictadura terrible, Porfirio Díaz ordenó la construcción de la Columna de la Independencia, que conocemos como “El Ángel” (1910). En aquella época la lógica del poder político imponía la construcción de monumentos que pudieran demostrar el poder del tirano, capaz de desafiar a la fuerza de gravedad mediante la construcción de la estructura más alta de la ciudad. Si esa es la lógica que motiva la construcción de la actual torre, estamos obligados a revisar la pertinencia de sus fundamentos, desde la propia convocatoria al concurso de arquitectura para el arco. En otro período de nuestra historia que también duele conmemorar, se aprovechó una estructura abandonada del porfiriato para convertirla en el Monumento a la Revolución (1938), que el PRI y su gobierno “democrático-dictatorial” impuso como símbolo del movimiento armado que derrocó a su antecesor para instalar un régimen que se mantuvo en el poder por todos los medios posibles, a lo largo de 70 años. Desde que comenzó el siglo XXI, entramos en una alternancia democrática que ha abierto las esperanzas de un país realmente independiente (tanto del exterior como de las oligarquías nacionales), por eso es pertinente conmemorar la fecha de 1810. Sin embargo, no es coherente hacerlo con un símbolo que está tan ligado a los gobiernos de los que creemos haber evolucionado. En este contexto, es irrelevante discutir la belleza o viabilidad del proyecto ganador, que el equipo del arquitecto César Pérez Becerril defiende como un esfuerzo dirigido al bien común. Hay que cuestionar el esfuerzo de conmemorar un hecho historico mediante un mecanismo a todas luces caduco.
Lorenzo Rocha
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